Cuando Brown dejó de estar deacuerdo con Nick, también perdió en las encuestas. En el segundo debate electoral televisado en el Reino Unido, que ganó de nuevo Nick Clegg, pareció que los candidatos se habían intercambiado los papeles. Brown hizo de Cameron metiendo miedo sobre el futuro que le espera al Reino Unido; Cameron hizo de Clegg, tratando de mantenerse al margen y dejando a los otros dos en evidencia; y Clegg hizo de Cameron al recibir los constantes ataques de Brown. Los medios hablan de que Clegg no brilló tanto como en el anterior. Aunque creo que es porque Brown y Cameron estuvieron bastante mejor que en el primer debate.
Empecemos por el final:
ICM para The Guardian:
Clegg 33%
Brown 29%
Cameron 29%
Populus para The Times
Clegg 36%
Brown 27%
Cameron 37%
YouGov para The Sun
Clegg: 32%
Cameron: 36%
Brown: 29%
ComRes para ITV
Clegg: 33%
Brown: 30%
Cameron: 30%
Los sondeos siguen colocando a los laboristas en tercer puesto en intención de votos, pero no hay que llevarse a engaño. Siempre que los de Cameron no pasen del 35%, el sistema electoral británico seguirá premiando a Brown. Tal y como pinta la cosa, el primer ministro puede acabar renovando su mandato con menos votos que ninguno.
Pero dejando de lado los datos, ayer quedó demostrado que Clegg va en serio. Brown sacó toda su artillería para ponerle en evidencia pero no lo consiguió. Le llamó «antiamericano» en dos ocasiones por no haber apoyado la invasión de Irak, dijo que con los liberal demócratas peligraba la seguridad del país y se enzarzó con él en un debate particular sobre las pensiones.
Clegg tiene muy claro qué cartas jugar en cada momento, incluso delante de las cámaras. En esa situación, yo diría que más. De cara al electorado hay una cosa que no pasa desapercibida: su acento es el menos aristocrático de los tres. Y esa puede ser una de las razones por las que esté calando tan bien su mensaje. No tiene antecendetes en Eton, aunque su pasado sea más noble de lo que a él le gustaría.
Luego está su facilidad para dar explicaciones sencillas a los grandes temas. Sobre el sistema de misiles nucleares Trident, repitió que aboga por paralizarlo y repartir los recursos entre las áreas más necesitadas del Ejército. Esa propuesta recibió a principios de semana muy buenas críticas por parte de algunos altos mandos. Además, y para sacudirse las acusaciones de antiamericanismo, Clegg le dijo a Brown que Barack Obama no sólo abogaba por la reducción del armamento nuclear y que eso no tenía que ser incompatible con la lucha antiterrorista.
Brown le dijo que ese tipo de actitud ponía en peligro la segurida del país. Cameron se abstrayó y ni siquiera se molestó en volver a la carga contra Brown con el tema del equipamiento militar. De hecho, se mostró «de acuerdo con Gordon» en que el Trident no se debe paralizar, por la supuesta amenaza terrorista.
En inmigración, Clegg se defendió bien. Quizá su propuesta suene un tanto arriesgada con la recesión aún caliente, pero sí aporta un punto de vista distinto al de Cameron o Brown. Clegg acusó a conservadores y laboristas de no haber hecho nada para controlar la inmigración en los últimos 50 años y que ahora no podían dedicarse a deportar a gente que «forma parte del tejido oculto de nuestra economía, lleva 12 años aquí, hablan inglés y están dispuestos a contribuir con sus impuestos».
La opción que ofrece Clegg es regularizar a esas personas abandonadas por el Gobierno. Brown y Cameron le dieron la vuelta a la tortilla y recuperaron la teoría del ‘efecto llamada’. Clegg se defendió diciendo que no se trataa de regularizar a los inmigrantes que llegaran ahora, sino a los que ya están en el país desde hace mucho tiempo.
El líder de los conservadores sacó a pasear su lado más duro anunciando el control de las fronteras y deportaciones al canto. Brown, por su parte, vendió otra vez el contrato de puntos para inmigrantes y se jactó de haber implantado el DNI para extranjeros. Al final Clegg tuvo la última palabra y les preguntó que si no sabían dónde vivían esos inmigrantes ilegales que residen en el país, cómo los iban a expulsar.
Como buen ex comisario europeo, Clegg mostró su simpatía por la UE. Advirtió de que la Unión Europea no es un enemigo y que no es perfecta, «pero debemos trabajar juntos», dijo, poniendo como ejemplo la crisis aérea desatada tras la erupción del volcán Eyjafjalla. También atacó a Cameron por aliarse con «grupos fascistas y anti homosexuales» en el Parlamento Europeo. Cameron, para contentar al ala dura otra vez, habló de cómo Clegg y Brown habían apoyado el Tratado de Lisboa sin llevar a cabo un referéndum. Lo que se le olvidó fue contar cómo él había prometido promover esa consulta si llegaba a primer ministro y luego la retiró. Clegg se lo recordó.
Brown explicó su papel clave en la respuesta a la crisis financiera –Financial Times aparte- y aseguró que con Cameron, el Reino Unido quedaría aislado.
Las constantes discusiones entre Brown y Clegg sobre pensiones e inmigración le hicieron un favor a Cameron. «Aquí tienen una muestra de las consecuencias de un Gobierno en coalición», llegó a decir hasta dos veces.
Eso y la metedura de pata de Brown. En un momento del debate, Cameron, cansado de los comentarios apocalípticos del primer ministro, le dijo que dejara de meter miedo a la gente. El líder conservador aseguró que esa táctica no iba a funcionar y le preguntó sobre unos panfletos en los que los laboristas afirman que Cameron pretende acabar con las subvenciones invernales de energía. «Deje de meter miedo a la gente», le espetó.
Brown, contrariado, dijo que él no había autorizado la propaganda. Pero su problema es que cuando miente, se le nota. Si él no ha autorizado el contenido entonces tiene un problema de organización. Si lo ha autorizado, entonces mintió delante de todos los telespectadores.
Cameron: «Those leaflets you’ve been getting from Labour, those letters you’ve been getting from Labour, are pure and simple lies.»
Brown: «I’ve not authorised any leaflets like that,» he said. «But why isn’t it in your manifesto that you are keeping free eye tests and prescription charges?».
Cuando Brown dejó de estar deacuerdo con Nick, perdieron lo laboristas otra vez. Pero nunca se sabe. Dejar a Clegg que se luzca (incluyendo en su alegato final en el que tuvo un toque obamaniano) es una manera también de restarle votos a los conservadores. Y eso a Brown le sigue interesando. A estas alturas parece lo de menos quién obtenga más votos, siempre que no gobierne Cameron.